miércoles, 26 de mayo de 2010

Relato sobre la plaza

Tanto el gobierno de Cristina Fernández como el de Néstor Kirchner llevaron a cabo políticas que, quienes nos formamos en idearios progresistas y populares, no podemos considerar menos que fundamentales. No hace falta mencionarlas a todas, van desde la renovación de la Corte Suprema hasta la Asignación Universal por Hijo. No caben dudas de que algunas de las más importantes (por no decir las más importantes) han sido las que conciernen a los Derechos Humanos. Tras las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida de Alfonsín y los indultos del menemismo, el kirchnerismo representó un quiebre en la lógica de la impunidad, quiebre, a su vez, que, desde cientos de espacios, amplios sectores de la población reclamábamos. El establecimiento del 24 de marzo como Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia realizado en el 2006, se enmarca dentro de ese punto de inflexión que, transfigurando el “Perdón y Olvido” en “Memoria, Justicia y Verdad”, reconfigura el sentido histórico de nuestra sociedad hacia horizontes que parecieron, en un momento, estar vedados para siempre. Por Maximiliano Basilio Cladakis
Si bien hay quienes ven en esta marcación en rojo de la fecha una cosa sin importancia, como algo meramente “simbólico” que no hace al nudo de la cuestión, estos se equivocan. Es cierto que se trata de algo simbólico, pero el error consiste en concebir lo simbólico como sinónimo de superficial. Por el contrario, los símbolos son los que orientan la acción humana, los que dotan de sentido y enmarcan la praxis no sólo de individuos, sino de comunidades enteras. Los pueblos, las naciones y las sociedades se comprenden a sí mismas a partir de un plexo de símbolos que constituyen su identidad. Precisamente, la lucha social no se da únicamente en las dimensiones de la política y de la economía, sino también en lo simbólico. En la consolidación del Estado Nacional Argentino esto se ve muy bien. Tras la victoria sobre Rosas, los triunfadores no se limitaron a la coerción como único instrumento para la articulación de un determinado modelo socio-económico. Por el contrario, la estructuración del Estado Nacional requirió de una avanzada simbólico-cultural. La política educativa de Sarmiento, la oposición “civilización-barbarie” como una verdad ontológica insalvable, la historia escrita por Mitre, la difusión de las ideas liberales, la construcción imaginaria de la llamada línea “Mayo-Caseros”, fueron fundamentales para la legitimación del nuevo orden.

Lo simbólico ordena el mundo, establece tablas de valores, prioriza unas alternativas sobre otras, establece sentidos y significaciones para las acciones. En el caso que nos cita, la marcación roja en el calendario, implica la irrupción de la historia colectiva dentro de la cotidianidad doméstica. Una madre mira el calendario y esa fecha en rojo le hace saber que su hijo no tendrá clases, el empleado y el obrero no deberán ir a trabajar, el empresario deberá posponer una venta para el día siguiente o adelantarla para el anterior, un profesor universitario deberá suspender una clase o un examen. Si la estrategia cultural del neoliberalismo se fundamentada, principalmente, en la exacerbación del individualismo y en la ausencia de una memoria histórica y colectiva, el feriado del 24 de marzo es la penetración del horizonte histórico en los horizontes individuales. Si bien las respuestas a esa penetración pueden ir desde el fastidio al compromiso explícito, pasando también por la “alegría” de poder dormir una hora más, de una forma u otra la memoria es ejercida, la ingenuidad “apolítica” se ve incomodada ante las preguntas y comentarios realizados, o bien durante la fecha, o bien durante los días previos. Un niño le pregunta al padre porque no debe ir al colegio, alguien habla en la radio o en la televisión, las maestras se ven obligadas a referirse al tema, la memoria penetra en las distintas esferas de la sociedad interpelando a cada uno, obligando a pronunciarse de una forma u otra, es decir, quebrantando el silencio.

Que el 24 de marzo aparezca como la marcación roja de un feriado inamovible en el calendario, hace que esa fecha se constituya como un recordatorio constante del Horror indecible, de ese subsuelo abominable sobre el cual se fundan nuestras historias, tanto personales como colectivas. Ese recordatorio es condición necesaria para la apertura de nuevos horizonte que posibiliten la emergencia de un país más justo y democrático. Pues, la apropiación y resignificación de nuestro presente y de nuestro futuro sólo es posible a partir de la apropiación y resignificación de nuestro pasado.

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